21 de noviembre de 2012

Me ganaste.


Me ganaste.
Poco a poco,
sin pensarlo,
sin darnos cuenta.
Llegaste,
y me desordenaste
por completo.

Tuve tus manos,
tu piel, tu voz,
tus labios.
Te tuve a ti.
Me entregué a ti
sin poder evitarlo.
Me sentía bien entre tus brazos,
sabía que era un lugar seguro.

Recuerdo
el ruido que provocaban
nuestros labios al chocar,
esas risas entre dientes,
entre beso y beso,
y esas miradas intensas
que me ganaban poco a poco.

Fuiste el mejor de mis fracasos,
mi derrota favorita,
la mayor y única batalla
que me ha gustado perder.
Tus labios, tu piel,
tu sonrisa,
tus ojos oscuros
me atrapan y seducen.
Y así me encierro en esta espiral
de atracción fatal, de caos.

Y aún, con tan sólo una sonrisa,
vuelves a seducirme,
a hacer que quiera
volver a sentirme tuya,
a querer estar
entre tus brazos.

Me ganaste.
Poco a poco,
sin pensarlo,
sin darnos cuenta.

Eres la mayor y única batalla
que me ha gustado perder.